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domingo, 18 de mayo de 2014

Conmoción por la muerte del investigador Andrés Carrasco


Martes, 13 de mayo de 2014  01:00 | La región
Presidió el Conicet y el Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA. Denunció los efectos devastadores del glifosato.

Carrasco falleció a los 68 años.
Por Luis Emilio Blanco / La Capital (lblanco@lacapital.com.ar)
En la mañana del sábado murió Andrés Carrasco, el científico que en 2009 decidió dar el gran paso de ventilar el resultado de sus estudios sobre los efectos devastadores del glifosato y enfrentar a los líderes del modelo agroindustrial y a la ciencia adepta al sistema impuesto por las grandes corporaciones que lo fomentan. Su desaparición conmocionó a integrantes de organizaciones sociales, habitantes de pueblos fumigados y ambientalistas que tomaron como estandarte sus deducciones científicas sobre la toxicidad del glifosato.
No fue una lucha contra los agroquímicos. Fue una reacción desesperada que lo llevó a advertir al país y al mundo que el glifosato, el agroquímico más usado en el modelo agrícola nacional, tenía efectos nocivos sobre los embriones de vertebrados. Carrasco, el científico que con categoría de investigador principal presidió el Conicet, fue director del laboratorio de Embriología Molecular de la UBA y, a sabiendas de que sería muy criticado, aviso a la población, mediante la prensa, −un canal informal para esos fines− que los intereses de quienes lideran la economía mundial ponían en serio riesgo su salud.
Carrasco, quien murió a los 68 años, prefirió vencer el temor por represalias y anunciar los resultados de sus estudios y acompañar en su lucha a los pueblos fumigados antes de que se publicaran en revistas científicas, lo que fue mal visto por sus pares y usado como argumento para desacreditarlo.
La noticia de su muerte conmovió a los habitantes de los pueblos fumigados e integrantes de organizaciones socioambientales quienes reflejaron su pesar en las redes sociales. Su desaparición impactó a los que lo adoptaron como aliado cuando desde su encumbrada posición en el mundo de la ciencia cuestionó el modelo agroindustrial, el letargo estatal y los catedráticos que lo avalan.
En 2010 su labor fue publicada por la revista especializada de EEUU Chemical Research in Toxicology. Esa difusión le dio el reconocimiento en el ámbito científico internacional y refutó los argumentos de los defensores del modelo agroeconómico instalado en la Argentina. "Lo mío fue una contribución a un debate que no lideraron quienes debieron hacerlo", dijo entonces a La Capital.
"Lo que sucede en la Argentina es casi un experimento masivo porque en ningún lugar del mundo hay tantas plantaciones de soja", dijo, y aclaró que su trabajo no concordaba con las recomendaciones de la Secretaría de Agricultura, que clasifica al glifosato como de baja toxicidad. "Todo lo contrario de lo que afirman estudios diversos, que confirman la alteración de mecanismos celulares y contrario a lo que padecen los afectados", argumentó.
Por sus palabras, que llevó con vehemencia a las provincias sojeras y a otros rincones del mundo, sufrió una campaña de desprestigio, amenazas, presiones políticas y hasta agresiones físicas.
Su intención era que sus discursos sirvieran como punto de partida para un debate profundo que va más allá del uso de un plaguicida sino de un modelo tecnológico que exige su uso, penetra en la soberanía, concentra el poder económico y enferma a la población. Un objetivo que alcanzó con creces y que replicarán con orgullo sus seguidores y compañeros de lucha para honrar su memoria.





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